sábado, 1 de septiembre de 2012

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Era sábado.

Llovía.

Por supuesto.

La gripe no había cesado.
El calor.
La lluvia.
El dolor.
La lluvia otra vez.

Era noche.
El perro pequeño, dormía.
El teléfono sonaba, sonaba.
No contesté.

He venido al mundo para azotarlo con crueldad.

Tenía melancolía de cine.

La tristeza dura del amante real.

Te quise besar. Quise correr a ti.
Lo hice. Dormías.

Quise tener veintiuno.

La vida era tan deliciosa.

Fui y volví del pasado. Alguien destrozaba mi cadera.

Eran estas ideas sueltas, y claro, interminables.

Y lloré antes de dormir. Lloré.
Y eran navajas dulces dentro de la garganta.

Te besé el sueño, y nadie quiso besar mi tristeza.

Ni él.

Afuera una ciudad desdichada como nosotras.
Con esquinas húmedas y puertas con foquitos
amarillos. Y la poesía que se movía como su falda.

No viniste a mí.

Había pañuelos por toda la habitación.
Mi voz era enferma y dificultosa.
Me fascinaba el susurro.

El desvelo.

El amor hambriento por ti.
La poesía.
El beso de mi madre.

Y leí a Prévert. Te amé.

Te di un poema de Prévert.

Y dormías.

...

2 comentarios:

  1. Escribo en la en la pizarra obscura un haz de obscuridad.
    Compongo en la pizarra obscura un haz de claridad.
    Describo en casi nada un hilo de quietud.

    Tejería -si supiera- un halo a contraluz.

    Y si no supiese, bebería los días
    como si nos faltaras tú.

    Es cierto, no te quejes, que ignoro de ti
    lo cierto, lo superfluo, lo falso, y el desliz.

    Es tan tierno lo que pienso y tan cierto es el desdén...
    para no bailar un tango,
    un corrido está bien.

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    1. Debería pasar por aquí, después de todo, agosto aún no termina.

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